Me llamaba una y otra vez. Sin descanso. Repetitivamente. El sonido del teléfono se instaló en mi cabeza. Ya casi dejé de percibirlo. Primero me causaba una sensación de ira irrefrenable. Quería destrozar el celular contra la pared. Arrojarlo a decenas de metros de distancia. ¡No quiero saber nada más de ti!. ¡Déjame en paz!. Después me acostumbré. Sonaba a las ocho, a las 10. Hacía una pausa de tres horas hasta la una. Me reventaba la siesta de las tres. Lo tomaba con despecho. Ignoraba su insistencia.
Pasados los día inicié una etapa de negociación. fue imposible llegar a un entendimiento.
Señor comercial de telefonía móvil: no quiero una nueva tarifa en su compañía.
3 comentarios:
Cuanta razón, es algo realmente odioso.
un buen texto es que arranca algo, el tuyo me arrancó una sonrisa...
¿A qué me recuerda esto?
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